jueves, 21 de agosto de 2008

Los niños en muy alta estima


El antiguo Israel se distinguió de los demás pueblos a su alrededor por regirse por altas normas morales y eso se evidenció en el trato que los padres les dispensaban a sus hijos.

Algunas civilizaciones antiguas —como la azteca, la cananea, la inca y la fenicia— fueron notorias por su infame práctica de ofrecer a los niños en sacrificio. Excavaciones realizadas en la ciudad fenicia de Cartago (actualmente un barrio de Túnez, África del Norte) pusieron al descubierto que, entre los siglos V y III antes de Cristo, se inmolaron nada menos que 20.000 niños al dios Baal y a la diosa Tanit. Dicha cifra resulta aún más espantosa si se tiene en cuenta que, según datos documentales, cuando la ciudad estaba en todo su apogeo, la población ascendía solo a unos 250.000 habitantes

Pese a estar rodeada de vecinos que eran crueles con los niños, la nación de Israel descolló por su trato a los menores. El padre de esta nación, el patriarca Jacob, puso el modelo. Según el libro bíblico de Génesis, cuando se hallaba de camino a su tierra natal, Jacob reguló el paso de toda su escolta para no fatigar a los más pequeños. “Los niños son delicados”, dijo. Para entonces, sus hijos tendrían entre 5 y 14 años (Génesis 33:13, 14). Sus descendientes, los israelitas, demostraron el mismo respeto por las necesidades y la dignidad de los niños.

Ciertamente, los niños de tiempos bíblicos tenían mucho que hacer. Al crecer, los muchachos recibían de su padre instrucción práctica en la agricultura y la ganadería, o en un oficio, como la carpintería. Raquel, esposa de Jacob, fue pastora de joven). Las muchachas trabajaban en la recolección de la mies y en las viñas. Estas tareas solían efectuarlas bajo la dirección amorosa de sus padres, e iban combinadas con la educación.
Al mismo tiempo, los niños israelitas disfrutaban de descanso y entretenimiento. El profeta Zacarías habló de ‘plazas públicas de la ciudad llenas de niños y niñas que jugaban en ellas’ (Zacarías 8:5), y Jesús mencionó a niños que se sentaban en las plazas a tocar la flauta y a bailar (Mateo 11:16, 17). ¿Qué había detrás de este trato digno a los niños?

Mientras los israelitas obedecieron las leyes de Dios, nunca abusaron de sus hijos ni los explotaron (compárese Deuteronomio 18:10 con Jeremías 7:31). Veían a sus hijos como “una herencia de parte de Jehová”, “un galardón” (Salmo 127:3-5); los consideraban como “plantones de olivos todo en derredor de [su] mesa”, siendo el olivo un árbol de inmenso valor para aquella sociedad agrícola (Salmo 128:3-6— d). El historiador Alfred Edersheim apunta que además de las palabras para hijo e hija, el hebreo antiguo disponía de nueve términos para los niños, cada uno de los cuales expresaba una diferente etapa de la vida. “No cabe duda, concluye, que aquellos que observaban con tanta atención la vida de los niños como para designar con un término gráfico cada etapa progresiva de su existencia, tuvieron que sentir un gran cariño por sus hijos”.

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